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El día que le aposté a Kenny Rogers.

Hasta hace muy poco tiempo, mi único contacto con las apuestas era a través de la canción: “The Gambler”, de Kenny Rogers, que oí por primera vez cuando tenía 8 años.

Como podrán imaginarse, Mr. Rogers era bastante desconocido en Venezuela, y hubiera seguido siéndolo para mí si no hubiera sido por una señora cuyo nombre, creo, era Tania.

En esa época nos reuníamos todos los domingos en casa de mis tíos. Mi familia es numerosa, con primos de mi edad, lo que convertía cualquier almuerzo familiar en “El Señor de las Moscas” que nadie quería perderse.

Uno de esos fines de semana, mis tíos decidieron invitar también a sus vecinos. Según lo que mi versión de 8 años entendió, habían vivido “en el extranjero” y trabajaban en “la industria del entretenimiento”, así que imagino que eran semi celebridades, o lo parecían. La moda de los años 70 era considerablemente extravagante (pausa para que busquen fotos de sus padres en 1978), así que no sé qué hizo que esa señora, Tania, me llamara tanto la atención. En mi memoria, mide 1’90, viste una túnica de poliéster, fucsia y naranja, con pantalones acampanados blancos y seguramente sandalias de plataforma plateadas. Y que nadie me diga que no es así.

Al final de esa tarde de domingo, cuando la energía infantil estaba domada por el exceso de Frescolita, y la tolerancia de los adultos había recibido bastante ayuda del Sr. Parr, nos sentamos todos juntos y Tania, decidió poner música: un LP de un señor con barba, gringo, un tal Kenny Rogers.

Al comenzar a sonar el picó, Tania (y el Sr. Parr, estoy segura), agarraron algo que pudiera hacer las veces de micrófono y decidieron que Kenny no cantaría “The Gambler” sin un coro en vivo.

Mi dominio del inglés se lo debía mayormente a “Villa Alegre”, así que agradecí su traducción simultánea y amé la melodía de la canción.

Desde ese día me convertí en uno de los 20 venezolanos fanáticos de Kenny Rogers. Cuarenta años después todavía puedo cantar de memoria “The Gambler”, pero nadie quiere oír eso; criticar la misoginia de “Ruby, don’t take your love to town”, y hasta entender un poco mejor el país de “The Coward of the County”. Y, aunque no son habilidades que puedan ayudarme a encontrar un trabajo en LinkedIn, me siento orgullosa de eso.

Gracias a esa tarde con Tania y Kenny descubrí un género musical que aún disfruto enormemente. Si no me creen, pregúntenle a Spotify porqué me sugiere a Lyle Lovett, Lucinda Williams, a Rhett Miller, y a mi amada Kacey Musgraves.

Así que hoy, cuando me enteré de la muerte de Kenny Rogers, sólo deseé que lo que dice en “The Gambler” se hubiera hecho realidad: “and the best that you can hope for is to die in your sleep”.

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