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Distanciamiento-en Red- Social

Me doy buenos consejos a mí misma, pero rara vez los sigo..” – Alicia en el País de las Maravillas

Desde que empecé a utilizar las redes sociales, siempre sospeché que algún día podría arrepentirme de hacerlo. Soy bastante sociable, por lo que este multiplicador de relaciones, y asistente de mantenimiento de las amistades existentes, resultaba perfecto para mí.

Pero que ese arrepentimiento potencial jamás me llevó a dejar de utilizarlas. Era más bien un “me lo dije”, bastante inútil.

Al principio, las usaba para reconectar con gente con la que por razones geográficas o circunstanciales, había perdido contacto. La alegría del reencuentro era comparable a verlos cara a cara. Después, involucioné a utilizarlas por motivos menos nobles, como regocijarmne al ver cómo el tiempo se vengó de ese ex novio que rompió mi corazón a los 12 años. 

Así que durante estos ¿12? ¿13? años de dependencia de estos “peep holes” bidireccionales, presencié, espié y hasta a veces disfruté de enlaces inesperados, rupturas profetizadas, auges y caídas que hubieran pasado desapercibidos de no ser por el efecto repetidor de millones de ociosos frente a una pantalla. Además de evidencias del efecto de los años en la gente… y el de los filtros. 

La peor parte de esta convivencia diaria con las redes sociales ha sido ver cómo se han transformado en una especie de espejo de “Alicia en el País de las Maravillas” bizarro, donde al entrar, persiguiendo a un rabipelado, el sentido común se convierte en sabiduría bíblica, y cualquier pendejo es elevado a profeta. Es terrible cómo la gente sustituyó “investigar” por “googlear”, porque nunca estuvo interesado en conocer más de un tema, sino en saber cuántos lo apoyaban. Esto, lentamente, ha eliminado nuestra capacidad de poner en duda nuestras propias creencias, y en un mundo donde todos pensamos igual, nunca cambiará nada.

Ojalá algún día nos demos cuenta de qué facil se lo ponemos a quienes dependen de campañas de desinformación. Pero, siendo realistas, esto nunca les va a salir en sus búsquedas de Google.

Estoy segura de que esta encerrona del CoVid19 nos ha puesto a todos un poco más filosóficos. Y fastidiosos. Así que entre mis divagaciones, entre “Tiger King”, “The Water Dancer”, y “Terra Plana”, me puse a pensar cuál es el rol que me gustaría darle a las redes sociales en estos momentos: 

1- Actuar como si Facebook hubiera sido lanzado ayer: alégrate de poder reconectar, o mantener la conexión, con tus amigos, porque resulta que ahora todos están lejos. 

2.- No perder el tiempo con pendejos con los que no gastarías un minuto si los vieras en un bar. Si te sientes tentado, escríbeme y te recomiendo unas cuantas series y libros.

3.- Descubrir gente interesante y seguir sus recomendaciones: así conocerás nuevos escritores, música, y escucharás opiniones distintas. Al final de este post añadiré el enlace de la página de YouTube de uno de ellos que disfruto especialmente*

4.- Evitar la política. Sólo verás lo que ya sabes o lo que publican tus amigos. Repito: la pluralidad es necesaria para toda sociedad.

5.- Tratar de no tomar lo que publican los “campeones del home schooling” y el “distance learning” como una invitación a competir o una afrenta personal. Nadie publica nada pensando en mí. No soy tan importante. 

En conclusión, ante esta falta temporal de contacto físico, trataré de sacarle el máximo provecho a lo que está disponible. Que ese “distanciamiento social” sirva para mi salud física, sin que su sustituto virtual acabe con lo poco que queda de mi salud mental.

* “Lecturas de la Cuarentena” https://www.youtube.com/channel/UChfHK1qg0ZsgCh3nMXHrV2A/featured

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“Corona Virus Diaries (or whatever it’s called when you read this) II

“Day 2. Friday, March 13, 2020.

I’ve been living in Berkeley for almost 12 years, and one of my first impressions of this city is that nothing ever happens. It is not that it’s a boring place, or that it doesn’t have a vibrant social or artistic life (we’re 20 minutes from SF), but when you grow up in Caracas, where the normality index is defined by the percentage of uncertainty, the ability to be surprised decreases considerably. In Venezuela, the way of calculating the “Population Density” could be rethought. In essence, it would be the result of calculating the number of inhabitants in an area who are victims of an unthinkable event in relation to a given surface unit. And this area could be just 5 miles. Trust me. It would be high. And perhaps we would start calling it “Depopulation Density.” Hence my poor bewilderment ability and my annoying way of dismissing any event that bothers my dear American friends as ” A First World Problem.” Please forgive me.

Friday starts easy. Having to wake up only just of the boys makes the morning particularly shiny, especially when the one who’s sleeping in is the teenager. The one who goes to Middle School is excited: he thinks that the Spring Break is coming early. And he still has his hand sanitizer! I drop him off at a school where it doesn’t seem like they are preparing for three weeks without classes: good for them. Children do not need to feel that panic. 

I decide not to go to my yoga class and innocently drive to Costco to make sure I get my weekly fix of Coke Zero and Red Bull (don’t judge me). Up until then, I hadn’t realized I was suffering from Venezuelan PTSD; then l I saw the cars trying to get into the Costco exit and panicked. I am only able to calm down after confirming that the gas supply is entirely healthy. At pick up time, the boys say goodbye to each other like any given Friday. I come home and my teenage son already has cabin fever. Luckily, children are not aware of their own mortality. Not even their vulnerability. So not being able to go out and play with his friends sounds like I’m punishing him. And he doesn’t understand what he did to deserve that. 

I’m grasping to the last straws of normality: families make plans to go skiing over the weekend because it’s finally going to snow on this side of California. I check the condition of the roads, and if there are chain controls.  It’s my way to stay in touch with real life.

Oh, and I’m already missing the fact that nothing happens in Berkeley.

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